La costa invisible

Es verano, tiempo de vacaciones y de mar. Todos los años espero ansioso la llegada del estío para disfrutar del mar, de la brisa, la sal y algunos refrescantes baños mediterráneos. También es tiempo para disfrutar de la fotografía y los paseos por la orilla.

En esta ocasión , las fotos que acompañan  este texto están tomadas en un rincón de pescadores , una playa tranquila y poco visitada. Frente a la desaladora de Aguamarga en Alicante, apenas queda un vestigio de lo que  esta costa fue en otro tiempo. Desde el paraje natural conocido como los "Saladares de Aguamarga" hasta la costa de Guardamar del Segura, imagino lo que pudo ser el cordón litoral formado por las dunas y los verdes pinares a principios del siglo pasado. Hoy apenas quedan algunos pedazos de costa virgen.




La costa invisible es esa ribera marina que ya no se ve, que ya no podemos disfrutar y saborear. En su lugar, hormigón, ladrillo,  puertos y monstruos de hormigón  tiñen de gris cemento lo que debería ser azul . La costa ya no se ve, esta ahí, pero uno transita por carreteras buscando el mar y no lo encuentra o, sencillamente no puede acceder sin traspasar la frontera de un hotel al borde del mar, saltar la valla de un chalet o franquear un puerto deportivo de acceso restringido.


En este lugar una escollera protege un paso utilizado para botar pequeñas embarcaciones de recreo. Es aquí donde me detengo y dedico un par de horas a tomar unas fotografías. 


Para el fotógrafo que gusta de un paisaje deslumbrante, grandioso y que permite amplias horas de esparcimiento y tomas con gran angular resulta decepcionante la dificultad para encontrar escenarios que satisfagan esa necesidad. Afortunadamente puede más la pasión y la esperanza por un futuro que definitivamente cambie las cosas. 

Con el ánimo recobrado tras un paseo por la orilla, un roca solitaria reclama mi atención. Se me antoja ver un corazón depositado en la arena. En esta ocasión pensé que requería un toque de color. Fue un buen epílogo para una estupenda mañana de fotos.



Ojala algún día la costa sea visible para todos y no un lugar parcelado en beneficio de unos pocos. Mientras tanto procuremos respetarla preservando los exiguos espacios vírgenes que reclaman oxigeno y protección . Algo que, desafortunadamente, no supo hacer la Ley de Costas ni tampoco han sabido ni querido nuestros gobernantes.  

Quiero vencer el pesimismo y hacer un canto de esperanza. Nada mejor para el propósito que recordando un poema de Rafael Albertí.

EL MAR


El mar. La mar.

El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre, 
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste 
del mar?
En sueños la marejada 
me tira del corazón; 
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste 
acá? Gimiendo por ver el mar, 
un marinerito en tierra 
iza al aire este lamento: 
¡Ay mi blusa marinera; 
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!


Rafael Alberti


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