La silueta infinita de Martine Franck

Indudablemente menos conocida que su esposo, el incomparable Cartier Bresson, Martine Franck bien merece ocupar un lugar por derecho propio en la historia del medio fotográfico. Esta incombustible mujer falleció el pasado quince de agosto tras una vida dedicada a la fotografía.

Debo reconocer que en mi caso, su obra y su trayectoria vienen indisolublemente unidas al recuerdo permanente de Bresson. En estos días abundan en la red artículos sobre su vida y obra. Justo tributo a su trabajo al que me sumo. No pretendo por tanto escribir una breve reseña póstuma sobre su vida y obra.

La noticia de su fallecimiento me ha traído a la memoria una fotografía que desde siempre me ha cautivado. Se trata de una fotografía de 1968 que tomó el propio Bresson y en la que aparece recostada sobre un diván  mientras se recrea en la lectura de un libro.  No puedo resistir la tentación de comentar la obra que que para mi sintetiza la perfecta simbiosis de la célebre pareja.



Las piernas interminables de Martine destilan elegancia y sensualidad a la par. Si nos detenemos por un momento, observamos como trazan una diagonal perfecta, una bisectriz insuperable en gesto discreto,  ambiguo, entre la sensualidad, la ingenuidad e incluso la provocación.  El retablo femenino lo adorna, curiosamente , o tal vez de forma premeditada, un vestido en blanco y negro, toda una filosofía de estilo fotográfico y una decidida declaración de intenciones. 

Conociendo la exquisitez compositiva de Bresson , me he aventurado en hacer una disección de la fotografía. Confieso que suelo trazar lineas, formas, rectángulos e incluso podría decir que analizo de forma geométrica las fotografías que me gustan. A pesar de no ser un creyente de las "reglas" que nos aprisionan más veces de las deseables, podemos observar como los puntos de interés se distribuyen de forma que permiten el recorrido de izquierda a derecha y en sentido ascendente. 

Dos son las cuestiones en las que me gustaría detenerme. La primera, el sensual cruce de piernas situado en el centro de la escena. En segundo lugar, los otros dos puntos de interés: el pie calzado y la mano que sujeta el libro. Ambos en extremos opuestos y de forma  marginal, esto es un poco más allá de ese cruce que marca la confluencia de líneas donde muchos sitúan los puntos de interés según la regla de los tercios. 


Pero todo no es geometría. La lectura del libro que sostiene Martine suscita en mi el  irrefrenable deseo por saber cual es la obra, un misterio que permanece oculto, al menos para mí,  y que acrecenta mi interés por la fotografía. Un  sofa que traza un rectángulo , unos cojines , el tapizado y lo que parece ser una alfombra a sus pies, completan el lienzo.

Finalmente me detengo en el vestido. Nuevamente blanco y negro. El clímax  visual lo constituye la falda por encima de la rodilla, un gesto que se comenta por sí mismo y que nos pone de manifiesto la revolución social que supuso la moda y  la liberación de anquilosadas  y trasnochadas actitudes, algo que contrasta vivamente, por ejemplo, con alguna de las instantáneas capturas por Catalá Roca en la Gran Vía madrileña con mujeres paseando del brazo ataviadas con faldas por debajo de la rodilla.

Cartier Bresson, al que no gustaba que le fotografiaran, posó para Martine en esta fotografía. 


Puede contemplarse parte de la obra de Martine en los siguientes enlaces. Descanse en paz.





0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Seguidores

Visitas

Entradas populares