S.O.S Paisajes de Mar

S.O.S PAISAJES DE MAR – EL LIBRO Y MIS IMPRESIONES

Desde el principio, el proyecto S.O.S PAISAJES DE MAR contaba como objetivo la redacción de un libro  que ilustrase gráficamente el estado actual de nuestras costas. La titánica obra de José Benito Ruiz no tiene precedentes en la fotografía conservacionista en España. Generaciones futuras dispondrán de una herramienta donde, la nostálgica mirada hacia atrás, les hará sentir  la añoranza de recordar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Desearía que no fuese así y pecar de pésimo adivino.




Pensando sobre la importancia de la fotografía como herramienta al servicio de la conservación me trasladé al escenario americano donde, el trabajo de pioneros fotógrafos abrió brecha en la procelosa senda conservacionista. Así, en 1872  se declaró en Estados Unidos el primer parque nacional del mundo: Yellowstone. A ello contribuyeron de forma decidida las imágenes de  Carleton Watkins y especialmente de William Henry Jackson. La iniciativa se extendió a Europa y años más tarde, el 24 de mayo de 1909, se materializaba en la creación de los primeros parques nacionales europeos en Suecia.
En España, la Ley de 1916 definía los parques nacionales como:

“…aquellos sitios o parajes excepcionalmente pintorescos, forestales o agrestes del territorio nacional que el Estado consagra como tales y, haciéndose cargo de ellos con el exclusivo objeto de favorecer su acceso por vías de comunicación adecuadas y de respetar y hacer que se respete la belleza natural de sus paisajes, la riqueza de su fauna y se su flora y las particularidades geológicas o hidrológicas que encierran, evitándose de este modo, con la mayor eficacia, todo acto de destrucción, deterioro o desfiguración por la mano del hombre”.

Esta declaración resume los principios que auspiciaron el 22 de julio de 1918 el nacimiento del primer parque nacional de España: La Montaña de Covadonga. Un mes más tarde nacería el Parque Nacional del Valle de Ordesa. Ambos verían con el tiempo incrementado su territorio cambiando su denominación por la de Picos de Europa y Valle de Ordesa y Monte Perdido.

Sin embargo, desde entonces, parece que poco hemos progresado, más bien al contrario se ha producido un enorme retroceso que me recuerda la máxima de  Plauto, más tarde popularizada por Hobbes:

“El hombre es un lobo para el hombre”

No resulta exagerado afirmar que el hombre es un depredador para sí mismo. En su histórico  vagar por las serranías ibéricas y el Mediterráneo la huella de su irracionalidad es profunda. A buen en seguro, en la comparativa que pudiéramos efectuar sobre la nobleza de instintos depredadores saldría ganando. El lobo, quiero decir. A la postre, ellos cazan para comer. Nosotros: ¿Por deporte?
Basten algunos datos:

- El 97 por ciento de los tiburones del mediterráneo han desaparecido.
  • Cinco de las ocho especies de atún se encuentran en peligro de extinción.
  • Especies invasoras convierten el mediterráneo en el mar más amenazado del mundo y que, sin embargo, es el que concentra una  mayor biodiversidad.
  • 150 especies de fauna se extinguen diariamente y unas 47 de flora a nivel mundial.
De todos esos cambios y muchos otros desastres, el hombre no puede desentenderse.

Creo que éste libro resume de una forma ejemplar el estado de nuestro litoral, las barbaries cometidas  pero también la belleza que todavía existe y está por proteger. Cuando tuve el libro en mis manos dije: ¡Quiero dos!  Uno para conservarlo. El otro para devorarlo.

El libro es un relato inacabado de un proyecto convertido en un viaje emotivo, épico y que quiere poner el acento en la denuncia, postura esta  que,  me atrevo a decir, rivaliza enconadamente con la esperanza. Inacabado, dado que solo el transcurso del  tiempo terminará  por escribir las últimas páginas de la mano del hombre y su acción sobre la naturaleza. Al cabo, nos invita a reflexionar por lo hecho hasta ahora, pero también plantea una serie de preguntas de presente y futuro. A propósito de la estética fotográfica, podríamos preguntarnos: ¿Qué imágenes potencian y preservan la conservación del paisaje?  ¿Qué fotografías colgaríamos en las paredes de nuestro salón? ¿La imagen de una refinería costera? ¿Un vertedero a pie de playa? ¿La de un puerto deportivo abandonado fétido y mugriento? ¿Unos astilleros industriales? ¿Plataformas petrolíferas o campos marinos de aerogeneradores?

Sobre el estado de nuestras costas: ¿Qué podemos y debemos hacer por nuestro entorno? ¿Merece la pena la lucha? ¿Está el  mar moribundo y sin esperanza de alcanzar remedio curativo? Por el contrario: ¿Acaso no desearíamos levantarnos contemplando un amanecer desde las Islas Columbretes, una puesta de Sol en las Islas Cíes, flamencos sobrevolando las marismas de Doñana, la majestuosa cima del Peñón de Ifach coronada por un denso manto de nubes, las bravura incontenible de las olas  batiendo la Costa da Morte o de un grupo de delfines mulares surcando el mediterráneo en su travesía hacia las cristalinas aguas de las Baleares?

En la respuesta quizás esté  alguna de las claves para iniciar un proceso de cambio de actitudes, algo que comienza por uno mismo.

Tras un debate interno, concluyo que  la obra que José Benito nos presenta pone el énfasis en la belleza, en la cara amable de la naturaleza de la formamos parte.  Estos días, pensando en la presentación, circulando en coche por Alicante, observando nuestra ciudad, nuestro entorno artificial, caí en la cuenta de la necesidad que tenemos de dulcificar nuestro hábitat para hacerlo más apacible. Plantamos árboles en macetas gigantescas  que nunca crecerán lo suficiente.  Pavimentamos de plásticos verdes las medianas de nuestras  calles.  Adornamos nuestros balcones con maceteros.   Construimos jardines artificiales e incluso durante la navidad decoramos nuestros salones con abetos, centros de mesa,  piñas doradas y brotes de helecho. Todo,  con el propósito de embellecer nuestra urbe y nuestras casas cuando, lo que en realidad subyace, es  nuestra perenne necesidad de recordar nuestra ancestral vida en comunión con la naturaleza.

El lector de esta obra podrá horrorizarse con lo que he hemos hecho con nuestros espacios litorales, con nuestros mares, con nuestra playas. La visión  de las canallescas tropelías cometidas podrá descorazonar y sembrar de incertidumbre y dolor a muchos. Algunos descubrirán rincones paradisíacos jamás soñados que les harán recordar tiempos pasados. Yo me pregunto si la próxima generación más allá de las fotografías, libros de texto o internet habrá visto alguna vez lapas aferradas a las rocas. O si se preguntarán: ¿Qué ha pasado con los erizos que acompañaban nuestros  baños infantiles en la costa? ¿Dónde están los cangrejos? ¿Qué ha ocurrido con esos abundantes peces que sorteaban las orillas costeras?  ¿Camarones saltarines, sepias, cabotes, lenguados, doncellas, sargos, mabres, pulpos…? ¿Qué fue del ecosistema dunar de Guardamar? ¿Qué paso con la reserva marina de Tabarca? ¿Qué ocurrió con la cima del Penyal de Ifach? ¿A dónde fueron las gaviotas?

El reto, como dice Fernando Prieto en el libro (asesor científico del proyecto) no es ya detener la destrucción sino restaurar muchos de los paisajes y ecosistemas que actualmente están transformados.

Sólo de la ignominiosa acción destructora del hombre puede llegarse a la situación actual. Un momento en el que se necesita lanzar, no un mensaje de alerta, sino una llamada de socorro como hiciera el TITANIC tras colisionar con colosal Iceberg y ser engullido por las gélidas aguas del mar océano. Nuestros mares se ahogan y la llamada está hecha. Pongámonos al rescate pues la nave se hunde.

Recordemos las palabras del poeta Rafael Alberti:

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste
acá?

Deleitemos en la contemplación de la belleza del  Mar y los paisajes litorales. Echemos raíces en la mar,  cultivemos la conciencia de nuestros hijos, velemos por los horizontes de sal  y de azul. Por el lugar  donde el  sol nidifica y la luna dormita, donde las gaviotas planean y acompañan al marinero honrado en horas curtidas.

Ahora bien, seamos prudentes o como seguramente diría Niall Benvie al referirse al mar:

“Se aconseja contemplarlo con moderación. En el mejor de los casos, largas exposiciones pueden crear adicción y efectos secundarios tales como: PAZ, FELICIDAD, ILUSIÓN, ALEGRÍA, AMOR, PASIÓN, GOZO, PLENITUD, ESPERANZA Y JÚBILO”

Por último, y no por ello menos importante, no puedo acabar estas líneas sin reconocer el enorme trabajo de todo el equipo de S.O.S. Paisajes de Mar. Desde su colaboración en el blog, aportación de textos, análisis científicos, prospecciones, asesoramiento legal, fotografía, gestión de adhesiones, difusión social, coordinación de contenidos, redes sociales, divulgación, coordinación de espacios expositivos, redacción de artículos, apoyo a iniciativas conservacionistas, búsqueda de localizaciones, denuncias, reportajes, filmaciones, relaciones con los medios de comunicación,  y una larga lista de actividades , su trabajo y el proyecto es mucho más que un libro. Una ambiciosa realidad que continua su cruzada por la defensa de nuestro litoral.


Felicidades y mi admiración a todo el equipo colaborador de S.O.S Paisajes de Mar.   Para más información sobre el equipo y el proyecto os recomiendo el blog:  http://blog.paisajesdemar.com/


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