El Ojo de París

BRASSAI – PARIS LA NUIT
Estatua del Mariscal Nery en la niebla
1932

Es este un artículo que nace por expresa petición de mi amigo Mario Rubio, fotógrafo nocturno que me sugirió la idea de escribir a propósito de algún fotógrafo clásico destacado por su fotografía nocturna. Este es el resultado. Gracias Maese Mario.

La noche, el tiempo en el que la luz se diluye y el día se torna confusión, oscuridad, tristeza, soledad y misterio. Ambiente en el que extrañas criaturas se adentran y desafían las tinieblas con sus ojos penetrantes escudriñando en derredor. En este territorio la negrura de la oscuridad reina implacablemente, doblega a la luz arrolladora que gobierna el día, y se rinde ante la señora tenebrosa que cíclicamente le vence tras el crepúsculo vespertino, para ceder nuevamente su trono al alba en giro infinito. Ese mundo cautivó a un fotógrafo cuando por fin supo cómo arbitrar en el duelo, cuando entendió la disputa y terció en la contienda. Desde entonces, con el caer de la noche, pertrechado de su aparejo se adentra en la oscuridad para mediar en la batalla: la cámara y el trípode era sus aliados. Allá donde no llega la luz, se las ingenia para pintarla. Brassai  era  su nombre, y su ojo el de la noche de París.

Cómo dijo Billy Wilder: “Un húngaro es alguien que entra contigo en una puerta giratoria y sale antes que tú.” Brassai era húngaro, por lo tanto  caso de tener prisa, jugar a la ruleta con él en semejantes condiciones  resultaría temerario. Se me antoja que la frase, aun cuando  no fuera dicha a propósito de Brassai, le viene  como anillo al dedo, o más bien como larga exposición a escasez de luz. Brassai fue un aventajado  fotógrafo de la noche, espectador nocturno de sórdidos rincones, de ambientes bohemios, de sombras acechantes, de trasnochadores y  juerguistas, de prostitutas y chulos, de hampones, jugadores, bebedores, proxenetas, homosexuales, travestis, marineros, luces de farol, músicos de jazz, cabarets  y bistros deshonrosos.
Hablemos pues de Brassai. Nos mi objetivo escribir un ensayo lleno de citas o detalles sobre su vida y obra. Me basta con dar satisfacción a la admiración que por su legado siento y, accesoriamente, despertar la curiosidad de algún lector ocasional, singularmente los practicantes de la fotografía nocturna, una fascinante faceta de la fotografía en la que Brassai disparó los  primeros destellos de flash que iluminaron la senda de incontables fotógrafos nocturnos posteriores.
La localidad de Brasov (Brassó) vio nacer a Gyula Halász el 9 de septiembre de 1899. Su infancia trascurrió entre Brassó y París, donde a los tres años se estableció su padre, profesor de literatura en la Sorbona.  Sus recuerdos de estos primeros años quedan grabados en torno al estanque de los jardines de Luxemburgo donde pasea empujando con un palo un barco de juguete. Completaría su formación estudiando pintura y escultura en la Academia de Bellas Artes de Budapest y posteriormente, en 1920 en la Academia de Bellas Artes de  Charlottenburg en Berlín. Es en esta ciudad donde comienza a trabajar como periodista. En Berlín conoce a otros artistas de la época como el pintor Lajos Tihanyi,  Laszlo Moholy –Nagy, Oskar Kokoscha y Wasily Kandisky.  El apodo Brassai lo adoptaría en clara alusión a su localidad natal, Brasov. En 1930 tuvo la fortuna de contar con un excepcional mentor en sus comienzos como fotógrafo. El incomparable Andre Kertész, quien  le enseñaría los recursos de la cámara y  le revelaría los arcanos de la exposición fotográfica. Pronto caminaría solo.

Este genial húngaro no se conformó con apretar el disparador de su cámara. Brassai hacía las cosas a conciencia y casi todas bien. Escritor de magnifica pluma, pintor, escultor e incluso cineasta,  destacó en todas las facetas artísticas en las que desarrolló  su talento creativo. Cuál no sería su genio que el mismísimo Picasso le preguntó por qué seguía haciendo fotografías y no pintando: “Ya que eres un dibujante nato, ¿Por qué no continúas pintando? Tienes tu propia mina de oro y estás explotando una mina de sal”. El obstinado Brassai desoyó el consejo del pintor y, a cuestas con su Voigtlander Bergheil de 6 x 9 y sus lentes Heliar,  se convirtió en el “OJO DE PARÍS”.
PARÍS LA NUIT
“Durante mis primeros años en París a partir de 1924, vivía como un noctámbulo, me iba a la cama al amanecer y me levantaba al atardecer, vagando por la ciudad desde Montparnasse a Montmartre. A pesar de…decidí convertirme en fotógrafo inspirado por mi deseo de traducir en imágenes todas las cosas que me fascinaban de aquel París nocturno. A veces iba en mis excursiones acompañado de un amigo o “guardaespaldas”. Recorrí con Henry Miller todos los distritos XII y XIV que ambos amábamos…Así como las aves las fieras nocturnas reaniman la selva cuando la fauna diurna cae en el silencio y se esconde, así la noche en una gran ciudad saca de sus escondites una población entera que vive sus vidas completamente bajo el manto de la oscuridad”.
Este texto es un extracto de su libro “París de nuit”, publicado en 1933.  Algo más que un libro, un relato ilustrado de la noche parisina y una de las primeras  obras dedicadas a la fotografía nocturna. Hasta entonces muy pocos fotógrafos habían experimentado esta técnica. Entre ellos se debe mencionar William Fraser, Alfred Stieglitz, o Bill Brandt. 

Reflejos en la noche , N. York - 1896. Alfred Stieglitz
EXPONIENDO EN LA PENUMBRA
Brassaï tuvo que sortear no pocas dificultades. Largas exposiciones que requerían sujetos inmóviles, carencia de referentes anteriores sobre los parámetros expositivos, pobres condiciones de luz, contaminación lumínica, maleantes  e incluso las patrullas nazis durante la ocupación alemana que limitaron sus incursiones nocturnas. Hasta tal punto su figura despertaba recelos, que incluso llevaba consigo varias fotografías en su bolsillo para demostrar sus  intenciones ante los desconfiados y escépticos  agentes de la gendarmería francesa.
 Los burdeles, instituciones  regentadas a menudo por familias “respetables”  eran lugares donde la cámara  no era bienvenida. Para sortear las lógicas reticencias, Brassai procuraba ser presentado por algún amigo de la casa, introduciéndose en los lupanares  hasta lograr ser un rostro conocido. Entonces, podía desplegar su talento, retratar el ambiente de los prostíbulos, el desfile de meretrices, clientes y madames, como nadie había hecho hasta entonces.

En las callejuelas, para calcular el tiempo de exposición se basaba en la duración de sus cigarrillos. Los económicos Gauloise en las noches claras, americanos Boyard en las profundas y obscuras. Pero eso no era todo. En un tiempo donde hablar de velocidad de sincronización del flash hubiera sido considerado ciencia ficción,  se las ingeniaba para apretar el disparador e iluminar la escena a voluntad con el uso de flashes de polvo de magnesio, creando así dramáticos efectos con teatrales puestas en escena de prostitutas y gangsters callejeros.
Pero donde desplegó todo su talento técnico y creativo fue precisamente en la alianza con su enemigo, las brillantes luces de farolas  parisinas que provocaban halos y  reflejos nada deseables. Para corregir tales defectos y, a pesar de la contribución de ayudas químicas en el revelado, se decantó por la utilización de los elementos urbanos a su alcance para enmascarar y ocultar las luces brillantes tales como setos, árboles, muros o puentes. Más aún,  particularmente consideraba idóenos los días nublosos o de lluvia que aportaban un tamiz natural, creando así una  atmósfera propicia para suavizar la luz, al tiempo que proporcionaba un ambiente misterioso y melancólico, un escenario poético que alcanzaba su cénit en el negativo. En esa pugna la sombra rivaliza en importancia con la luz, serpentea en el pavé en curvas imposibles y  despliega su figura a los pies de espectrales árboles enigmáticos que observan soslayadamente al fotógrafo.
Transmutaciones - 1934-35
GRAFFITIS Y TRANSMUTACIONES
En sus paseos nocturnos, desde los años treinta, los muros de París despertaron su curiosidad e interés creciente, de tal suerte que comenzó una esforzada y dilatada actividad dirigida a inmortalizar los graffitis inscritos en las paredes. Así,  este conjunto sorprendente adquiriría  forma a través de un  libro editado en 1960. Previamente, la revista Minotauro había publicado  un artículo titulado “Del muro de las cavernas al muro de las fábricas”. Durante más de veinte años, Brassai anotó en sus cuadernos detalles sobre los graffitis que fotografiaba: su localización, textos grafiados, dibujos e incluso anotaciones sobre el paso del tiempo  y las mejores condiciones de luz para fotografiarlos.
Las imágenes fueron agrupadas en series: “Paredes”, “Rostros”, “Animales”, “Amor”, “Muerte” y “Magia”.
No podemos dejar de citar la serie: “Transmutaciones”. En ellas, mediante la técnica del cliché virré, Brassai nos lega unas imágenes surrealistas y llenas de misterio, visiblemente influenciado por los movimientos vanguardistas pictóricos y  probablemente por la obra del propio Picasso.
"La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza; ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón..."
(Brassaï)
EL OJO DE PARÍS 
Esta breve reseña  ha querido poner énfasis en su obra “Paris de Nuit”, obra cumbre de la historia de la fotografía. Un registro de lugares olvidados, de épocas pasadas,  de tiempos que no volverán, de  faroleros abigarrados, criaturas nocturnas y  depredadores acechantes. 
Una ciudad de ensueño, enmarcada en la noche, la penumbra, la niebla, el peligro, los amoríos  y también  el sexo. El mito de París, la ciudad de los amantes  y el romanticismo se nutre de cazadores como Brassai, un bohemio lugar adorado por músicos,  pintores, artistas y también por  fotógrafos. La leyenda de París se acrecienta eternamente con Brassai.
Para terminar recomiendo encarecidamente el artículo de Antonio Muñoz Molina escrito para El País Semanal titulado “El Ojo de París” en el que se puede leer:
La noche tiene una intensidad de tinta china en las fotos de Brassaï. La luz del día le despertaba tan poco interés como la naturaleza. Sus árboles son los de las calles de París; el único bosque en el que le interesaba internarse era el Bois de Boulogne, tan habitado de noche por sombras humanas. Su mundo es el de esa edad de oro de las ciudades que empieza con la llegada de la luz eléctrica y el transporte público y acaba no muchas décadas después con la capitulación incondicional ante la tiranía de los coches…
Recorriendo la noche con el desasosiego de los sospechosos que no tenían ni una habitación de hotel en la que esconderse, Gyula Halász se convirtió en Brassaï y también en el ojo de París, como lo llamó su amigo Henry Miller: ojo nictálope de ver en la oscuridad, ojo de búho del objetivo de su cámara, ojo desvelado de insomnio y de atención a la cara oculta de las cosas.”
http://www.elpais.com/articulo/semana/ojo/Paris/elppgl/20090103elpbabese_4/Tes

Por último un breve vídeo realizado en colaboración con el propio Mario Rubio que ilustra alguno de los momentos de la historia de la fotografía nocturna.


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