No habrá paz para los malvados

Hoy no es un buen día. Las circunstancias me impiden  hablar de fotografía cuando corren malos tiempos en nuestro país. Tampoco quiero hablar de política, no se lo merecen. Menos de economía. Quizás al acabar estas líneas no habré podido evitarlo.

Hace unos días tuve la suerte de hacer una serie de fotografías en un espacio singular , un espacio olvidado, que vivió grandes momentos albergando miles de personas. Este día me recuerda a esos trabajadores anónimos que,  en otro tiempo, ocuparon ese espacio y hoy están ausentes en las fotografías que tomé. Ellos, y muchos otros que, desgraciadamente no pueden más que considerarse parados o pobres, en este día en el que no tengo ganas de escribir, han hecho que necesite manifestar el dolor y la preocupación que siento por ellos. Mientras, yo sigo comiendo gracias a que conservo mi puesto de trabajo. Me siento un privilegiado por ello. Incluso, en ocasiones, me avergüenzo de ello.

Me repugna que alguien se compre un rolex, un yate, un jet, que viaje en clase business o tenga piso en Madrid, yate en Ibiza, apartamento en Marbella y fábrica en la India, mientras evade impuestos, explota trabajadores mal pagados y ostenta su opulencia sin pudor alguno. Desde aquí mi respeto y admiración por el parado, por la madre que se devana los sesos por ajustar las cuentas y poder comprar el pan todos los días, por los inmigrantes si trabajo, subsidio ni prestaciones sanitarias, por los mineros, vendedores ambulantes, lateros, manteros, mendigos, prostitutas, jubilados, pensionistas y gentes sin recursos. Mientras algunos se empeñan en hostigarles, otros muchos les recuerdan y apoyan. Que tomen ejemplo.

A todos los que auspician y promueven esas diferencias abismales los condeno al ostracismo en mis oraciones. Si hay Dios que me perdone. No habrá paz para los malvados.

José Carlos M. Robles


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